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ARNALDO DIAZ JIMENEZ

MI MUNDO

MI MUNDO

Hay personas que nos quieren persuadir que ya  estamos en el mejor de los mundos posibles.

Esto resulta difícil de digerir si miramos el hambre diaria, la falta de agua, los niños de edad escolar que sobreviven trabajando y la vida de  otros sin el  y que las noticias se tiñen  con  matanzas de civiles.

La violencia y el terror organizado desde la seguridad de unos pocos pudiera ser un rasgo distintivo de estos momentos

Sin embargo, el rasgo dominante de nuestros tiempos por encima de la violencia, el hambre y la desigualdad es la contaminación.

Los desechos no logran la resonancia mediática que otros  inventos de la humanidad y se situan por debajo de   los disparos, las bombas y la sangre.

Lo que va invadiendo el planeta, los campos, su fauna y flora, los mares  donde se originó la vida y finalmente nuestros cuerpos son los desechos.

Son los  desechos de una sociedad tecnificada y cegata.

No nos damos cuenta, ni queremos, del rastro de muerte que vamos dejando con los cubos de desperdicio, envases y bolsas que llenan de basura calles, campos, ríos y mares.

El planeta, incapaz de absorber esta masa brutal de desperdicios ha ido generando islas de basura flotante que  resulta una fuente mortuoria para la fauna que ingiere sus elementos confundidos con presas o bocados comestibles.

Cada kilogramo de mercaderia significa el desgaste o la contaminación  de “insumos” provenientes de todos los niveles bióticos.

La pregunta elemental ya no resulta si es o no sustentable el tren de vida y desarrollo de la humanidad en el cual nos hemos enganchado

La respuesta es obvia, pero esconde una pregunta mucho más difícil de digerir ¿Hasta cuando seguiremos así?

 

 

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